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 LA VIDA DE LOS CREYENTES ANIMICOS

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MensajeTema: LA VIDA DE LOS CREYENTES ANIMICOS   LA VIDA DE LOS CREYENTES ANIMICOS I_icon_minitimeDom Dic 22, 2013 6:34 pm

LA VIDA DE LOS CREYENTES ANIMICOS
La vida de los creyentes anímicos no puede ser la misma en todos, debido a las diferencias de las personas. Cada individuo tiene su propia personalidad. Cuando uno cree en el Señor y es regenerado (eternamente), la personalidad no es aniquilada. De lo contrario, la eternidad ¡no sería muy interesante! Así que, la vida anímica de los creyentes difiere según la persona. Por esta razón, sólo podemos hablar en términos generales, mencionando los asuntos que son más prominentes en la vida anímica y describiendo en forma breve, las experiencias de los diferentes aspectos, a fin de que los hijos de Dios puedan comparar sus propias experiencias.
Los creyentes anímicos se caracterizan por ser curiosos. Estudian las profecías bíblicas para conocer los eventos futuros a fin de tener la información que satisface su mente curiosa. Tienden a mostrar sus diferencias y su superioridad en la forma de vestir, de hablar y de actuar. Procuran lograr un éxito instantáneo y espectacular en la mayoría de sus actividades. Aun antes de creer en el Señor, ya tenían tal inclinación, y encuentran muy difícil vencer su vida natural después. No son como los creyentes espirituales, que no buscan entender ningún asunto inquisitivamente. Los creyentes anímicos no tratan de reconciliar su experiencia con lo que Dios enseña, sino que principalmente prestan atención a la comprensión mental; es decir, les gusta razonar. El fracaso que sufren, debido a que su experiencia no concuerda con su ideal, no es lo que les entristece, sino que no pueden entender con sus ideales ni con su mente las experiencias espirituales que aún no han tenido, y de este modo cometen el error de engañarse a sí mismos, pensando que lo que han entendido mentalmente equivale a una experiencia espiritual. Realmente, éste es un gran error.
Los creyentes anímicos adoptan una actitud de justicia propia, aunque con frecuencia es difícil de captar. Se aferran tenazmente a sus opiniones aun en asuntos triviales. Sin duda, debemos preservar las verdades básicas de la Biblia, pero ciertamente podemos permitir que otros tengan libertad con respecto a asuntos secundarios. Aunque pensemos que nuestro entendimiento sea muy acertado y aunque creemos que estamos libres de error, de todos modos al Señor no le agrada que nos vayamos a los extremos. Debemos hacer a un lado las diferencias en los temas secundarios y buscar la unidad en los asuntos principales.
En muchos casos, la mente de los creyentes anímicos es perturbada por los espíritus malignos, y sus pensamientos se vuelven confusos, mezclados y, en ocasiones, contaminados. En su conversación responden lo que no se les pregunta, y su mente viaja a altas velocidades; cambian el tema de conversación frecuentemente, lo cual demuestra lo difusos que son sus pensamientos. Aun cuando oran y leen la Biblia, su cuerpo está presente pero su mente está lejos. En sus hechos, ya sea al relacionarse con las personas o con cualquier asunto, actúan sin pensar de antemano. No obstante, cuanto se les dice algo acerca de su conducta y de la manera en que deben conducirse, ellos seleccionan incidentes similares en los que se comportaron de acuerdo a lo estipulado, a fin de demostrar cuán cuidadosamente piensan y actúan, pues ocasionalmente, piensan antes de actuar. La conducta de un creyente anímico es muy inconstante.
Los creyentes anímicos se conmueven fácilmente. A veces están muy entusiasmados y contentos, mientras que otras, están deprimidos y tristes. Cuando están contentos, parece que el mundo es demasiado pequeño para contenerlos, y quieren huir a los cielos. Pero cuando están tristes, parece que no existen en este mundo. Algunas veces están extremadamente contentos y entusiasmados como si un fuego ardiera o como si hubieran encontrado un tesoro. En ocasiones cuando su corazón no está ardiendo, tienen una repentina sensación de pérdida, abatimiento e infelicidad. Su gozo o su abatimiento dependen de sus sentimientos. Son inestables e inconstantes. Su gozo y su aflicción gobiernan su vida.
Muchos creyentes anímicos son hipersensibles. Es difícil relacionarse con ellos porque piensan que todo gira en torno a ellos. Cuando no se les presta atención, se molestan. Cuando sospechan que los otros cambian su actitud para con ellos, se entristecen y se ofenden. Entablan amistades fácilmente con la gente. Dependen del afecto humano al grado que les es difícil separarse de las personas. Si existe un ligero cambio en las relaciones, eso les causa un dolor indecible en su alma, pero piensan que eso es sufrir por el Señor.
Dios conoce la debilidad de los creyentes anímicos. A menudo son egocéntricos y cuando consiguen algún progreso espiritual, se consideran especiales. A veces Dios les concede la gracia de tener experiencias extraordinarias, tales como el sentimiento de gozo y la sensación de que el Señor está muy cerca, que es muy real y tangible, todo ello con el propósito de que se humillen y se acerquen a Dios, quien les concedió esa gracia. Sin embargo, ellos no actúan de acuerdo con lo que Dios desea. No le dan la gloria a El ni se acercan a El por haberles dado gracia, sino que utilizan la gracia de Dios como base de su jactancia. Piensan que recibieron esa gracia porque son más fuertes que otros y creen que por tener tales experiencias son más espirituales que otros. Los creyentes anímicos tienen experiencias especiales y si son estimulados experimentan gozo. Todo esto hace que piensen que son más espirituales que otros, sin percatarse de que realmente todo ello es evidencia de que son anímicos. Los creyentes espirituales viven por la fe y no por sus sentimientos.
Algunas veces no es el sentimiento el que hace que los creyentes anímicos cambien. Con frecuencia, su corazón está fijo en el mundo que los rodea. Las personas, las cosas y los asuntos del mundo invaden su hombre interior, y hacen que pierdan la paz en su espíritu. Si ponemos a un creyente anímico en un ambiente alegre, estará alegre, pero si está en una situación difícil, estará triste. Le falta el poder para crear su propio ambiente. Si lo que lo rodea es rojo, él se vuelve rojo, y si su entorno es negro, él se torna negro.
Los creyentes anímicos viven en una vida centrada en sus emociones. A fin de que los creyentes lleguen a ser espirituales, el Señor los capacita para que sientan Su presencia. Los creyentes anímicos se deleitan muchísimo en estas experiencias. Cuando experimentan esos sentimientos, piensan que llegaron a la cumbre y que han avanzado en la senda de la espiritualidad. Aunque a veces el Señor no les da tales experiencias, ya que no han alcanzado una vida de fe, a menudo El les permite sentir Su presencia a fin de adiestrarlos gradualmente para que no confíen en sus sentimientos sino que dependan únicamente de la fe. Sin embargo, ellos no entienden la intención del Señor y piensan que cuando tienen tales sentimientos, su condición espiritual está en la cumbre, y que cuando tales sentimientos se van, su condición es pobre.
Una característica común del creyente anímico es que habla mucho. No es que no sepa que debe guardar silencio, sino que cuando se entusiasma es impulsado a entrar en discusiones que no tienen final. Una vez que comienza a hablar, pierde el control y se derrama como una avalancha en discusiones interminables. No es que no examina lo que dice, sino que cuando lo hace, no se puede restringir. Todo lo que expresa procede de los pensamientos que han estado dando vueltas en su mente todo el día. Sabe que no debe ser locuaz, pero una vez que se entrega a la conversación, no puede dejar de hablar. Sin embargo, cuando otros hablan de más, él se da cuenta de que eso no es apropiado y secretamente critica en su corazón. Ya que sus palabras son muchas, las ofensas son inevitables. Pierde la armonía con los demás debido a los argumentos, o se le acaba el amor por causa de las críticas, o simplemente pierde el control de su corazón debido a tanta palabrería. Por ser tan parlanchín brotan pensamientos repentinos en su conversación, desviándose del tema o extendiéndose en su conversación.
Aunque los creyentes anímicos saben que deben de ser piadosos y que no deben bromear, les gusta bromear o escuchar chistes cuando conversan. Les agrada escuchar conversaciones alegres y vivaces, o cualquier charla que estimule su estado de ánimo. Las bromas son indispensables para el creyente anímico. Aunque ése no es siempre el caso, porque algunas veces aborrece las pláticas frívolas; salvo que no logra ser constante. Siempre que su emoción es estimulada, inevitablemente busca la algarabía para obtener placer.
Los creyentes anímicos se complacen con lo estético y tienen sus propios gustos. Les agrada seguir las perspectivas artísticas de la gente mundana, y cambian sus gustos según eso. No tienen la actitud de estar muertos para los conceptos humanos de la belleza. Por lo tanto, es inevitable que se sientan orgullosos de tener cierto gusto artístico.
A menudo ellos se van a los extremos y oscilan de un extremo al otro. Es posible que admiren el arte exageradamente, o que desprecien la belleza por completo. De modo que ni su ropa andrajosa les molesta y lo consideran como su sufrimiento con el Señor. No saben que los creyentes deben procurar estar limpios (no necesariamente bellos).
Los que son intelectuales expresan su vida anímica asumiendo una actitud “bohemia”. En una mañana con brisa, o una noche con luna, se expresan en un tono heroico o triste. A menudo se quejan de sus vidas y lloran de angustia. Les gusta la literatura y admiran su belleza. También les gusta cantar y declamar, como si por recitar poemas tuvieran la experiencia maravillosa de trascender el mundo. Disfrutan los viajes, admiran las montañas y los ríos para así estar más cerca de la naturaleza. Algunas veces tienen el pensamiento de escapar del mundo y vivir en la soledad, ya que ven que la condición del mundo es cada vez peor. Mientras examinan tales pensamientos, creen que son trascendentes y nobles. Les parece que los demás creyentes son corruptos y vulgarmente insoportables. Tales creyentes se consideran muy espirituales, sin darse cuenta cuán profundamente anímicos son. A ellos les es muy difícil entrar en una esfera totalmente espiritual. Están completamente controlados por sus emociones y no se dan cuenta del peligro que corren al vivir complacidos en sí mismos.
Después de que los creyentes anímicos aprenden la doctrina con respecto a la diferencia entre el espíritu y el alma, fácilmente pueden comprenderla con su mente natural. Espontáneamente, encuentran muchas actividades anímicas en las vidas de los demás y sin mucho esfuerzo perciben la conducta y los pensamientos anímicos de los demás, pero no se dan cuenta de que ellos son tan anímicos como aquellos a quienes censuran, ni que están en la misma condición.
Los creyentes anímicos en su mayoría tienen un cúmulo de conocimiento espiritual, pero sus experiencias no concuerdan con lo que saben. Debido a que poseen mucho conocimiento, censuran mucho según su propia opinión. El creyente anímico llega a caracterizarse por criticar a los demás. Recibe gracia para entender cierta verdad, pero a diferencia de los creyentes espirituales, no recibe gracia para ser humilde. Hay cierta dureza en su trato con las personas. Los que están cerca de ellos tienen la impresión de que son estrictos e inflexibles. Mientras que los creyentes espirituales, por haber sido quebrantada su corteza, son accesibles y amables.
A pesar de que dan crédito a la gracia de Dios y de que externamente le dan la gloria a Dios, todos sus pensamientos se centran en ellos mismos. No importa si se consideren buenos o malos, sus pensamientos no se apartan de ellos mismos. Así que todavía no se han perdido en Dios.
Los creyentes anímicos son orgullosos. Debido a que sus pensamientos están siempre centrados en ellos mismos, no pueden evitar ser orgullosos. Lo que más les duele es ser puestos a un lado, ya sea en la obra o en la evaluación de otros. No pueden soportar que otros no los entiendan o hablen de sus errores. Pero los hermanos espirituales gustosamente aceptan lo que Dios disponga para ellos, ya sea exaltación o rechazo. Los creyentes anímicos no están dispuestos a que se les considere inferiores ni a que se les menosprecie. Incluso, después de que por gracia llegan a conocer la verdadera condición de su vida natural y a comprender cuán corrupta es, y se humillan ante Dios considerándose lo peor del mundo, piensan que son más humildes que otros y se jactan de su humildad. El orgullo yace en lo más profundo de su corazón, oculto de los demás y también de ellos mismos.
Tomado de: “El Hombre Espiritual” W. Nee.
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